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jueves, 7 de enero de 2010

Contacto con tacto

Los jugadores de baloncesto nos tocamos. Pero no en el sentido en el que escribes: ‘tocar’ en Google y te salen dos mil páginas de “TOCAR”. No, no… Para jugar al baloncesto es necesario el contacto.

Esto que parece una obviedad es tan importante como en la vida misma. Conectar con la gente, conectar con tus amigos, conectar con los compañeros de equipo, se demuestra con actos, palabras y contactos.

Cuando estás en la pista existen dos factores que marcan muchas de las decisiones que se toman. Estos son: el tiempo y el estado anímico.

El tiempo por que en segundos se están tomando decisiones y la falta de éste hace que el idioma que se emplee en el campo se acote hasta límites insospechados. Una palmada (don-de sea, aunque en el culo estimulan más, de hecho según donde se de una palmada puede sig-nificar una cosa u otra; pero eso ya lo trataré en otro texto…), un gesto, una palabra, es una aportación importante y significan muchas cosas. Apoyo, confianza, complicidad, conexión…

El estado anímico hace que una toma de decisión incorrecta se pueda convertir en buena si el estado de ánimo es bueno y hace que los esfuerzos se carguen de resultados si este estado anímico es el propicio. Un gesto de apoyo o una palmada pueden hacer que consigas fuerzas para un sobre esfuerzo que decante el partido.

Por eso me cuesta entender a algunos jugadores más parcos. “Es mi carácter”, refutan. “No me sale, no es natural ese gesto en mí”, argumentan. Recuerdo cuando, siendo yo muy joven, comentaba esto a mi entrenador. Éste me respondió muy tranquilo que le daba igual si era o no mi carácter, pero que a partir de ahora animara. Así empecé a hacerlo y vi que “eso” tam-bién se trabaja. Desde entonces tengo más amigos; siempre tengo alguien que me echa una mano en el campo, fuera de él, en casa limpiando, tengo más pelo… (Me he pasado, ¿no?).

En un partido (no diré de que temporada por si hay represalias) me dediqué a contar la veces que alguien me ofrecía su mano para “chocar” o las ocasiones que notaba una cálida ma-no en mis nalgas. ¿Cuántas veces creen que hubo contacto sólo en el trascurso del calentamien-to (aproximadamente de media hora) de un partido?

¡Ciento siete! Una cantidad nada desdeñable, amiguitos.

Las palabras sueltas no tienen un mensaje si no se enlazan entre ellas. Las notas musi-cales no son nada en si mismas, tocadas sin más. Son importantes y cobran sentido por los intervalos que comparten entre ellas.

Así que, mi consejo de hoy es: tóquense en la calle, pálpense en los fríos ascensores, acaríciense en las duchas… Bueno, igual esto es demasiado, pero ustedes ya me entienden, ¡qué carajo!