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jueves, 13 de mayo de 2010

S.

La definición de luchar dicta: “Pelear, combatir, batallar. Tratar de erradicar algo. Esforzarse, bregar, abrirse paso en la vida.

(Perdonad que me tome esta licencia)

S. es un chico como otros muchos. A S. le gustan las cosas de su edad, que son 18 años. Le gusta ir al cine, le gusta estar con sus amigos y le gusta el baloncesto. Tiene la mente rápida y un diálogo impropio de su edad. Se diría que ha madurado 10 años en los últimos meses. Como alguien con prisa que aprende a triple velocidad. Con ganas de comerse la vida y pedir postre porque se ha quedado con hambre.

S. habla con pasión de baloncesto, como quien habla de un vicio mal curado que te reconcome por dentro. Tiene la misma envidiosa pasión de los que aman algo sin condicionantes. Sus palabras salen en cursiva por su constante sonrisa. Sin querer te engancha sin saber por qué. El mejor embajador del baloncesto.

Su familia le mira y admira desde el parapeto de la impotencia. Familia que ha cambiado fortuna por tiempo, patrimonio por abrazos, capital por cariño.

S. va en pijama y unas deportivas sorprenden en sus pies. Parece que en cualquier momento va a saltar a la cancha de la vida y quiere estar preparado. El pijama azul le cae abandonado por su esquelético cuerpo. Ha perdido más de 10 kilos en poco tiempo pero su ánimo llena el espacio por donde pasa. Está contento... o eso parece. Su cabeza ‘pelona’ no le hace perder un ápice de humor y juega a desafiar mi melena. Pero por mucho que se esfuerce nadie en la habitación puede olvidar que S. tiene cáncer.

Lleva más de un año luchando por retornar a la agradable rutina de su vida. Por volver a ir al cine, por volver a ver a sus amigos, por volver a jugar al baloncesto... A su corta edad ha pasado por situaciones que mucha gente teme y reniega. Está jugando su partido más importante y parece machacar una canasta con su sonrisa y su buen humor cada vez que la enfermedad intenta taponarle y minar su ánimo. Hay poco público que asiste al partido. Su familia y poco más. Ellos están pagando un alto precio por un partido que desean que se gane ya. Y no dejan de animar con calladas muestras la implacable lucha de su hijo...

Su padre traba conversación con los que efímeramente pasan por la habitación sin llegar a percibir todo el sacrificio que conlleva tal situación.

En una frase afable su padre me dice: “A ver si hay suerte y ganáis el próximo partido, que lo estáis haciendo muy bien. Además, da gusto ver tu entrega y tu lucha”. S. asiente con su sonrisa perenne.

Y yo me ruborizo. Y sin querer me avergüenzo pensando que son ellos los que nos están dando ánimos. Que son ellos quienes piden suerte para nosotros. ¡Que son ellos los que nos definen como luchadores! Y asiento entregado.

Al día siguiente nosotros ganamos el partido. S. y su familia siguen jugando estoicamente el suyo. Mucha suerte, sois unos luchadores. ¡Ánimo!

“Cuando la lucha de un hombre comienza dentro de sí, ese hombre vale algo” Robert Browning.