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lunes, 17 de noviembre de 2008

Neyro

El arbitraje es de los trabajos más desagradecidos que existen. Quizás está a la altura de los Inspectores de Hacienda. Definamos “arbitrar”. Arbitrar según la R.A.E. es: “Dicho de un tercero: Resolver, de manera pacífica, un conflicto entre partes”. Como 2ª acepción tiene: “Dar o proponer arbitrios”. Arbitrio: “Facultad que tiene el hombre de adoptar una resolución con prefe-rencia a otra”. 2ª acepción: “Autoridad, poder”.

Creo, vistas las definiciones, que ni el diccionario se pone de acuerdo consigo mismo. Hay palabras que chocan: autoridad/proponer; pacífica/poder. Y esto mirado en la R.A.E. y no en el RANCES o el VOX, ese diccionario rancio que toda estantería necesitaba en la década de los ochenta.

Creo que mediar es algo más incómodo que un Presidente de la Comunidad de vecinos. Algo que te imponen y que tienes que sobrellevar, pero que es preci-so. No entiendo que haya tres árbitros en un espacio tan pequeño. A más gen-te, más criterios. Ya me cuesta intentar mandar algo en mi casa, y somos dos, como para estar tres (en la cancha, digo).

Entiendo que haya un árbitro principal. Este mismo modelo lo he impuesto yo en mi casa. Y decir como pista que ni siquiera yo he impuesto esta norma ¿Adivinas quién es la árbitro principal? Pues eso. Yo he jugado partidos con un solo árbitro y en algunas ocasiones sentías que no es que faltasen sino que sobraba uno.

Pero ya está bien, que los árbitros son habitualmente víctimas de bromas, del chascarrillo fácil. Es muy difícil tener un oficio público y estar expuesto a todas las críticas y opiniones. Quizás sea el único trabajo de verdad que necesita una vocación real. Me imagino a ese niño de tierna edad que a la pregunta senti-mental y “merengosa” de su padre:
- ¿Y tú, qué quieres ser de mayor?
Contesta:
- Árbitro.
- ¡Uy!, que gracioso. No en serio. ¿No preferirías ser Inspector de Hacienda?
- ¡Técnica! Y a la siguiente, papá, te descalifico.

Te tiene que gustar mucho el baloncesto para, sabiendo todos los daños cola-terales que supone, dedicarte a ello.

Os voy a contar una anécdota. A mi me arbitró Neyro (esta no es la anécdota) No recuerdo contra quién jugaba, no recuerdo si ganamos o perdimos. No recuerdo NADA del partido. Pero me acuerdo de Neyro. Y cómo me marcó. Yo jugaba en el Argal Huesca, allá por la Era Cenozoica, en la “Caja de cerillas”, pabellón a tope, gente colgada de las lámparas, ruido infernal… Yo: 19 años, imberbe, tupidas melenas, próceres músculos, insignes muslos, preclaro torso… (¡Bueno qué pasa! La anécdota la narro yo, y si quiero la decoro a mi gusto). En estas, Ney-ro pita algo que yo pensaba que era falta mía. Y protesto airadamente animado por la algarabía reinante (¡angelito!). Neyro había pitado pasos al contrario. Cuando me dispongo a sacar de banda, Neyro me para y, marcando cada síla-ba, me dice por encima del griterío:
- ¡¡Te juro que como me vuelvas a protestar otra falta no vuelves a jugar un partido en tu vida!! (Siento la dureza del texto, pero es que esto fue asín).

Yo le pedí perdón por las quejas, por mi actitud, por mis maneras en mi bisoña carrera deportiva, por mi vida en general, perdón porque un día en el Instituto “man-gué” un bocadillo, perdón por el asesinato de Kennedy, perdón por…

Cuando llegué al banquillo me preguntaba la gente:
- ¿Qué te pasa que estás blanco?

Aún me duró el shock y estuve un tiempo que al ver gente de gris me daban temblores. Tardé en protestar hasta el Jurásico. Gracias, Juan José, y perdón…


P.D.: Desde aquí doy mi más sentido pésame a todos los allegados de Juan José Neyro.

martes, 4 de noviembre de 2008

Ilusión perdida

Mario tenía 15 años, decía ser anarquista sin saber muy bien qué era, maneras abandonadas y risa floja, de esas que cuando las oías pensabas que se le habían escapado, de esas que de puro destiempo eran contagiosas. Se sentaba junto a mí y el resto del equipo Cadete en la grada baja cuando íbamos a ver al CAI ZARAGOZA, año 88 (Indio Díaz, Arcega, López Rodríguez...)

Llegábamos una hora antes, comíamos pipas sin parar, nos leíamos tres veces el folleto que repartían. Cuando salían los jugadores, te ponías ya nervioso, comentábamos las zapatillas que llevaban, el estiramiento, las manías... Un día me preguntó: ¿De qué hablarán los jugadores mientras calientan? Los dos nos quedamos callados.

Hoy, Mario es un “tiburón”, uno de esos que es dueño de una inmobiliaria, va con traje todo el día y llega tarde a las citas que suele tener como otros tíos con trajes. Tiene maneras seguras, casi no sonríe y no es anarquista sabiendo lo que significa.

Y seguramente sabe la desilusionante verdad: que los jugadores de baloncesto hablan de cosas tan insulsas como de su coche, de la peli de anoche o del tiempo (“que cómo ha cambiado para el mes que estamos”).

Y seguramente no se cuestiona por qué cambió su ilusión por una RESPUESTA.

A las personas que admiras y mitificas les otorgas habilidades extraordi-narias en cualquier faceta de la vida. Si nos hubieran dicho que los jugadores de baloncesto hablaban de Física Cuántica, nos hubiéramos mirado y habríamos asentido: ¡claro! *

(*) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.