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viernes, 3 de octubre de 2008

Yo a tu edad

Mis abuelos lucharon en la Guerra Civil. Cuando se arrancaban a contar una historia era como estar leyendo Historia y te ponías a pensar:”Qué leches le voy a contar yo a mis hijos”. Alguna vez en medio del fragor de una batalla te decían: “Yo a tu edad…” y te tenías que callar porque eran historia viva y punto.

De vez en cuando a mi abuelo Lucio, (como mi padre, Lucio, porque antes lo único que se heredaba era el nombre, y con suerte) se ponía todas las medallas de la Guerra (que parecía una vitrina con piernas) y lo oías por el pasillo: ¡clin, clin! Y decías: “¡Mama!, ya viene el abuelo”.
Los abuelos son otra raza, de otra madera… de otro planeta. Ellos empiezan la mayoría de frases con: “Yo a tu edad…” y ahí entra todo. Y cuando digo todo, es TODO. “Yo a tu edad mataba osos”, “yo a tu edad circuncidaba moscas”, “yo a tu edad trabajaba 25 horas al día”. Y no se te ocurría contestar:
- Abuelo, que el día solo tiene 24 horas.
Y él te contestaba airado.
- ¡Yo a tu edad respetaba a los mayores!
Lo malo de esto es que es contagioso, por que de repente si te encontrabas en plena discusión con tu padre y te soltaba:
- Yo a tu edad no contestaba a mi padre.
El abuelo, que lo escuchaba, saltaba:
- Buenoooo, eso de que no…
- ¡Usted cállese, padre! Que no le han dado vela en este entierro.
Piensas que el círculo acaba ahí. Pero no. Sabes que tú lo harás a tus hijos y éstos martirizarán a los suyos.
Lo mejor de esto es que es un “cierrabocas” automático. Porque no puedes contradecirlo. Es pasado prehistórico. Es lo que denomino “pasado de la razón”. Porque si se te ocurre decirle:
- ¡Claro!, es que eso yo no puedo saberlo.
Tu padre se dará una pausa y cabeceando pausadamente te soltará:
- ¡Tú que vas a saber!
Irrefutable.
Esto ya es definitivo. Un mate en la cara con falta y caída de culo. Sólo te queda levantarte, recoger tu dignidad y seguir con cara de poker como si no te importara que 5.000 tíos estén haciendo la ola
Ese “tú que vas a saber” de la adolescencia yo lo comparo al “quítate las gafas” de la niñez. O al no menos peligroso “ven aquí que no te pego”. Cuando te decían eso, estabas listo. Era muy contradictorio para nuestras confusas mentes. Por ejemplo, te pillaban mintiendo y te decían:
- ¡Ven aquí! Que no te pego.
Tú te rebelabas.
- No, papá.
Con tu mejor cara de arrepentimiento.
- ¡¡Que vengas!! Que no te voy a pegar.
Tú te acercabas, semiconfiado y ¡ZASCA! Te cruzaba la cara. Y además tenía el “cuajo” de decir; “¡Hala!, eso por mentir”.
- ¡¿Y tú no me has mentido ahora, o qué?!
Balbuceabas a media voz. Y te contestaba:
- Yo a tu edad…

Ahora de vez en cuando martirizo a algún júnior. Diciéndole que yo a su edad entrenaba tantas o cuantas horas y se me pone la carne de gallina en el corazón (como decía Sabina).

Hace unos meses estuve en el partido de preparación para las Olimpiadas por el 70 Aniversario de Marca, España contra Argentina y cuando un histórico (de los de verdad) me empezó una frase con “yo a tu edad…” se me puso una sonrisa en la cara y pensé: quizás los tiempos no cambien tanto en el fondo…

2 comentarios:

roblete dijo...

Muy interesantes las tres entradas, sinceramente.

En esta me veo retratado a la perfección en el papel de hijo/nieto.

un saludo

David

nurse dijo...

genial, simplemente genial.. esperemos que no tardes mucho en escribir